Durante varios siglos los fondillones se transportaron en barricas de diferentes tamaños que se estibaban en las bodegas de los barcos mercantes. Más tarde los mejores y más caros vinos se empezaron a poner en botellas de vidrio tapadas con corchos y selladas con lacre.
La forma de las botellas fue siempre un distintivo del lugar de origen o de la tradición de los fabricantes. En el último siglo el Fondillón se solía envasar en botellas jerezanas negras pues eran los modelos más fáciles de encontrar en las vidrieras españolas. Para el Fondillón del siglo XXI, donde no se ha escatimado en recursos tecnológicos, hemos buscado una botella con una forma que reproduce casi a la perfección la morfología de las más antiguas. Para este menester el fabricante ha reproducido el molde de unas botellas centenarias encontradas en un pecio del siglo XVIII.
La botella en cuestión se llama Tortuga, en homenaje a la isla caribeña del mismo nombre donde arribaban los barcos desde Europa cargados de vinos generosos como el Fondillón de Alicante.
A mi la botella me parece muy bonita y me recuerda a una menina velazqueña. Además, es bajita y culona buscando la estabilidad que dentro de los barcos se necesitaba. Su forma troncocónica servía para encajarla en unos agujeros que había en las baldas de los camarotes y que en el lenguaje marinero se llamaba rosca a son de mar.
Los mejores Fondillones deben llevar un corcho de máxima calidad libre de tca, (tricloro anisol) ese fastidioso olor a sótano húmedo, que tantas veces nos ha arruinado la degustación. Esos tapones han sido olidos uno a uno para asegurar el 100% de sanidad. Dentro del estuche se incluye un tapón de cortesía de cristal que sustituya al corcho una vez abierta la botella.
Ahora, mientras vuelvo a ver la película «Master and Comander» y me fijo con detalle en las botellas del camarote del capitán, me imagino a nuestros ilustres, viajeros alicantinos Jorge Juan, Balmis, Juan Miralles, Francisco Bouligny, Juan Bautista Bernabéu ó Juan Rico Vidal cruzando el atlántico botella en mano y balanceando sus copas de Fondillón a modo de brindis al avistar la costa americana.
Autor: Rafael Poveda – Enólogo –
Artículo publicado en Diario Información